miércoles, 28 de octubre de 2015

Premier League: una de piratas

Estrellas de altísimo nivel. Estadios lujosos. Televisación impecable. Hooligans extinguidos. Valiosos derechos de imagen. Fútbol dinámico y apasionante. ¿Está todo bien en la Premier League inglesa?

Reportaje publicado en El Enganche, en marzo de 2009. Fue escrito originalmente para la revista Fox Sports, pero la compañía lo censuró.
Por PABLO ARO GERALDES


Los cimbronazos de la economía global también golpean a la libra esterlina, pero si se tiene en cuenta que la mitad de los equipos está en manos extranjeras, el abanico de la crisis se abre en diferentes direcciones. Grupos inversores rescatados por los Estados Unidos, millonarios rusos con negocios poco claros, ex gobernantes asiáticos y hasta un país entero ponen dinero (mucho dinero) en esta mesa de ruleta en la que se convirtió el campeonato inglés. Las ganancias pueden superar enormemente a las que se consigan en cualquier bolsa de valores del mundo… y las pérdidas pueden ser catastróficas. ¿Los hinchas? Bien, gracias.

En la temporada 2007/08 la Premier League redondeó números impactantes: los 20 clubes sumaron ingresos por 2.819 millones de dólares. A esta cifra, superior al presupuesto de la mayoría de los países del Tercer Mundo, falta sumarle los derechos de TV hacia el exterior (327 millones), el merchandising y las entradas, que son las más caras del planeta.

Las leyes británicas permiten que las empresas (los clubes lo son) se puedan vender a cualquiera que las pague. Con la plata en la mano, son pocos los que se preguntan por el origen del dinero que reciben. El gobierno le sugirió a la Asociación de Fútbol (FA) que endurezca las regulaciones sobre quién puede comprar un club. Pero el mismo David Triesman, presidente de la FA, tiró la pelota afuera: “No podemos discriminar a los inversores por su nacionalidad. Hay que distinguir entre los que ponen dinero y respetan los valores de un club y aquellos que solamente compran”.

El potencial de los clubes supera largamente a sus ingresos. “Eso es muy peligroso –dijo Arsène Wenger, DT del Arsenal–. Los sueldos subirán y clubes como el nuestro no van a poder pagarlos. Hay que regular esta situación”.

Los precios están inflados y arrastran a todo el fútbol europeo en un espiral de locura. El Manchester City anunció que pagaría 95 millones de dólares a Juventus para sumar a Gianluigi Buffon. Si lo hace, el italiano sería el arquero más caro de la historia. Esta carrera por la victoria a cualquier precio está cambiando al otrora conservador fútbol inglés: ahora se despiden técnicos, los futbolistas tienen varios dueños y se descuidan las divisiones inferiores.

De los clubes históricamente grandes solamente el Arsenal puede jactarse de no tener propietarios o capital extranjero. Mientras, los demás se endeudan vertiginosamente y, despilfarrando fortunas, inflan y desdibujan el mercado de pases. Pero hay un riesgo para los hinchas: si los negocios salen mal y los compromisos se vuelven impagables, estos magnates armarán las valijas y se volverán (si no tienen pedido de captura) a la tierra que los vio crecer. Tras la explosión, el club, fundido, quedará como triste testigo de una aventura económica con raíces que están lejos de ser futbolísticas.

CAPRICHOS DE UN MILLONARIO
El ruso Roman Abramovich tenía 37 años en 2003, cuando compró al Chelsea y canceló las deudas del club. Ya era conocido como uno de los nuevos oligarcas surgidos tras la caída de la Unión Soviética. Construyó su fortuna a comienzos de los 90, beneficiado por la política privatizadora del presidente Boris Yeltsin. Así fundó la compañía petrolera Sibneft.
Roman Abramovich

Además de sacar rédito de la política, participó: en 1999 fue elegido representante en la Duma por la región de Chukotka, en el extremo oriente del país. En 2000 ganó las elecciones a gobernador y en 2005 el presidente Vladimir Putin lo nombró directamente para un nuevo mandato, gracias a un cambio en el sistema electivo.

En 2006 la Revista Forbes lo señaló como el ruso más rico y dueño de la undécima mayor fortuna del planeta. Quiere hacer del Chelsea el mejor equipo del mundo y va camino a eso a fuerza de dinero: por ahora ganó dos Premier League y perdió la final de la última Champions. Pero todas sus compras son a precios superiores a los valores de mercado, aunque no le importa. Pagó 48 millones de dólares por el ghanés Essien y 57 por el ucraniano Shevchenko.

Como si la plata le picase en los bolsillos, gasta, gasta y gasta. Además de los 890 millones de dólares que puso en el Chelsea desde que llegó, su empresa Sibneft es dueña del CSKA Moscú, por lo que la UEFA inició una investigación sobre un posible conflicto de intereses: las entidad prohíbe a un mismo propietario tener dos equipos en una misma competición europea. No le importó demasiado, como tampoco lo inmutaron las investigaciones en Brasil por sus vínculos con el Corinthians de su amigo iraní Kia Joorabchian y un posible lavado de dinero.

Como se ve, el club de Stamford Bridge no es el único casillero donde Abramovich pone sus fichas: su origen judío lo llevó a invertir en empresas en Israel y el año pasado pagó 60 millones de dólares por un castillo en Brasov, Rumania, donde habría vivido Vlad Tepes, más conocido como Drácula. O abonar 122 millones por un cuadro de Francis Bacon. Son sus gustos. Lo que no le debe haber agradado es tener que darle la mitad de su fortuna a su ex esposa Irina, de la que se divorció el año pasado. Pero ya retomó el camino del amor: en julio dejó el cargo de gobernador de Chukotka y tiene más tiempo para su novia Dasha, a la que le regaló 40 hectáreas de la Luna.

EL CLUB DE UN PAÍS
Si para Abramovich el Chelsea es su capricho de millonario, para Abu Dhabi el Manchester City es una inversión estratégica para que el emirato no dependa sólo del petróleo. El club pasó a ser una política de estado y el dinero no es un problema: el patrimonio de la familia real dubaití se calcula en 730 mil millones de dólares.
La Presidencia de los Emiratos Árabes Unidos nombró a un responsable del emirato de Abu Dhabi, Jaldun Bin Mubarak, como nuevo presidente del club celeste. El jeque Mansur destacó que desea que el City se meta entre los cuatro mejores de la Premier League y apunta a las copas europeas.
Hinchas del Manchester City, felices
con la presencia emiratí.

El consorcio emiratí Abu Dhabi United Group & Investment compró en septiembre al club por 313 millones de dólares y puso como abanderado de la nueva cara futbolística al brasileño Robinho. El dinero sobra y los hinchas parecen felices. Noel Gallagher, guitarrista de Oasis, es un fanático de los ‘Citizens’ y aprovechó para burlarse de sus rivales de toda la vida: “Está bueno tener a un jeque como dueño: de cada libra que un hincha del Manchester United gasta en gasolina, unos peniques son para que nosotros compremos al próximo jugador, je”.

Si detrás del City está el emirato de Abu Dhabi, el dueño anterior no era tan poderoso, pero algunos ahorritos tenía: Thaksin Shinawatra, ex primer ministro de Tailandia, derrocado el 19 de septiembre de 2006. Antes de meterse en política ya se había convertido en el tailandés más rico, aunque antes de ser Primer Ministro transfirió todas sus empresas a su familia. La Shinawatra Computer Company creció rápidamente gracias a contratos firmados con el Gobierno y el monopolio de la telefonía celular, la televisión por cable y hasta satélites de comunicaciones.
Thaksin Shinawatra
A diferencia de Abramovich, no es un magnate cool: desprecia al periodismo e insulta a sus opositores. Lo derrocó un golpe de Estado perpetrado por el Ejército Tailandés y se exilió en Londres. Enseguida se aclimató a Inglaterra y siguió haciendo negocios. Hace un año desembolsó 150 millones de dólares para comprarse al Manchester City.

Acostumbrado a la autoridad, no le gusta que lo contradigan. Por eso no le importó qué pensaba el entonces técnico Sven-Goran Eriksson y fichó a tres juveniles tailandeses cuyo nivel sólo él conocía. Sí le hubiera gustado al sueco que cumpliera con su palabra de invertir 265 millones de dólares para esta temporada; hablaba de Messi, Ronaldinho y Kaká, nada menos.

Entre otros juicios, Shinawatra está acusado por conceder un préstamo por 170 millones de dólares a la Junta militar de Myanmar, actuando como primer ministro, para que el país vecino a Tailandia comprara la empresa Shin Satellite… de la familia de Shinawatra. En octubre la Justicia lo condenó a dos años de prisión por corrupción: en 2003 había comprado inmuebles a precios baratos en el centro de Bangkok y los enajenó a su esposa cuando tomó el gobierno. Nada que no se haya visto por estos pagos.

BUSCADOS
El tailandés no es el único prófugo de la Justicia. La otra historia empieza en Tel Aviv, donde reside la familia del empresario ruso Alexander Gaydamak. En una fiesta con 1.500 invitados, este muchacho de 29 años le compró al serbio Milan Mandaric la mitad del Portsmouth por 28 millones de dólares. Terminada la fiesta voló a Inglaterra y puso 15 millones más para comprar al zimbabweño Mwaruwari y al nigeriano-polaco Olisadebe.
Alexander Gaydamak

El año pasado Gaydamak abonó el otro 50%. ¿Quién es este misterioso ruso, mucho menos conocido que Abramovich? La fortuna la tuvo desde la cuna, hijo del magnate Arkady Gaydamak, quien además tiene ciudadanía angoleña, israelí y francesa. ¿Raro? A sus cuatro pasaportes le suma un pedido de captura internacional ordenado por Francia por contrabando de armas a Angola. Gadymak padre es además un importante comerciante en diamantes y su empresa tiene, justamente, oficinas en el Edificio del Diamante, en Tel Aviv. Para completar su perfil extravagante, la familia tiene inversiones petroleras en Siberia, bodegueras en California y cuenta con varias empresas tecnológicas en Silicon Valley… y ya que no puede salir de Israel se compró al Beitar Jerusalem, el club más popular del campeonato hebreo, para entretenerse con el fútbol.

“Quiero aclarar que mi padre no tiene ningún nexo con mi negocio en el Portsmouth”, anticipó el joven Alexander a los voraces diarios británicos. Su contacto con el fútbol inglés llegó a través de Abramovich, quien le aconsejó invertir en el Portsmouth como agradecimiento a un contacto que los Gaydamak le hicieron con otro empresario en diamantes, quien se prestó a ser testaferro de Abramovich en la compra del 75% del Hapoel Tel Aviv. Las malas lenguas (y también varios fiscales) dicen que estos millonarios rusos invierten en clubes para lavar el dinero cuya ganancia no pueden justificar.

EL SUEÑO AMERICANO
Hinchas del Manchester United
repudian a Malcolm Glazer.
Manchester United y Liverpool, dos de los equipos más tradicionales, están en manos estadounidenses. En Manchester hubo manifestaciones callejeras contra el arribo de Malcolm Glazer (ex dueño del Tampa Bay Buccaneers, del football americano), pero los títulos, entre ellos la última Champions League, aplacaron las protestas.

La camiseta del Manchester lleva la publicidad de AIG. Se trata del American International Group, una de las aseguradoras que estuvo a punto de quebrar por la reciente crisis de las hipotecas. AIG pagó 90 millones de dólares por cuatro años y si no se desmoronó a pedazos fue porque el Gobierno de George W. Bush empujó su nacionalización. Glazer y los seguidores del club respiraron aliviados por la intervención de la Reserva Federal.

Tom Hicks y George Gillet
Liverpool fue comprado por Tom Hicks y George Gillett, que llegaron con el antecedente de haber comandado a los Montreal Canadians, de la NHL, la liga más importante de hockey sobre hielo. La presencia americana se cierra con Randy Lerner, dueño del Aston Villa.

En West Ham United también apareció un curioso “mesías” al que los hinchas llaman Mr. Egg (señor Huevo). El apodo viene de su nombre: se llama Eggert Magnusson, es islandés y puso 145 millones de dólares para quedarse con el club del suburbio londinense.

Empresario y ex presidente de la Asociación de Fútbol de Islandia (KSI) con peso en el Comité Ejecutivo de la UEFA, Magnusson hizo su fortuna con la fabricación y exportación de panes y galletitas.

EL FARAÓN
Fulham es un club chico que tradicionalmente iba y venía por las divisiones de ascenso. Pero en 1997 el egipcio Mohamed Al-Fayed se hizo cargo y prometió desembolsar allí parte de su fortuna estimada en 830 millones de dólares. “Tenemos un equipo maravilloso a orillas del Támesis y jugamos en la mejor liga del mundo. Atraeremos a los mejores jugadores”, prometió. Y cumplió: el club sigue en la Premier League y recibió él desembolsó unos 380 millones.

Mohamed Al-Fayed
Al-Fayed comenzó vendiendo refrescos en las calles de Alejandría, su ciudad natal, fue vendedor de máquinas de coser y hasta maestro. Claro que con estas actividades es difícil hacerse millonario.

Hoy, a los 75 años, es el dueño de las descomunales tiendas Harrods de Londres y el hotel Ritz de París, el summun de la elegancia. Su fortuna lo hizo conocido y frecuentó el Palacio de Buckingham, aunque nunca logró su objetivo: que le concedan la ciudadanía británica.

Desde 1985 está casado con la finlandesa Heini Wathén (miss vikinga 1973), con quien tiene cuatro hijos. Un quinto, de su primer matrimonio, Dodi, murió en un famoso accidente junto a Lady Di, la princesa de Gales. Esa unión anterior no era cualquiera: durante tres años estuvo con Samira, una hermana del traficante de armas saudí Adnan Khashoggi.

Los medios lo investigaron de arriba abajo. The Observer publicó durante meses que Al-Fayed había enmascarado sus orígenes y su riqueza, que operaba para el sultán de Brunei, quien supuestamente avanzaba el dinero de sus operaciones. El pleito determinó que se trataban de difamaciones, pero el Ministerio de Comercio e Industria concluyó que el egipcio había mentido y no era “digno de confianza”.

En silencio planeó su venganza. Volvió a ser tapa de los diarios como el artífice del escándalo de los “diputados alquilados”, a los que había pagado a cambio de que plantearan preguntas favorables a sus intereses en la Cámara de los Comunes. De todo esto había guardado pruebas para exhibirlas cuando hiciera falta. Lo mismo que conservó las facturas de la estancia de un ministro en su Hotel Ritz a cuenta de oscuros socios saudíes vendedores de armas. Aunque no logró derribar al Gobierno de John Major, le propició una bochornosa derrota en las elecciones generales.

ORO NEGRO O WINDOWS
Bill Gates
Durante el año pasado la BBC informó que un consorcio nigeriano, cuya identidad no reveló, hizo una interesante oferta para comprar el Newcastle United, que desde hace años sufre una depresión económica. Mike Ashley, dueño del club, es uno de los 50 británicos más ricos gracias a la venta de mercadotecnia deportiva y adquirió la mayoría de las acciones hace dos años a cambio de 216 millones de dólares. De entrada lo puso en venta en unos 670 millones pero tuvo que bajar sus pretensiones a 400 millones. Pero a los nigerianos se les sumó el interés de otro millonario: Bill Gates. El pope mayor de la informática tampoco tiene problemas de efectivo y parece que ahora le gusta el fútbol.


4 comentarios:

NoTe dijo...

Muy buena nota. Sencillamente impecable. Te mando mis felicitaciones. Saludos!

José Sellés dijo...

Hola, está muy bien esa entrada muy trabajada.
Saludos desde
futbol-chicks.blogspot.com
SALUDOS

Marco dijo...

Implacable radiografía de lo que a mi entender erosiona enormemente al fútbol.

Abrazo Pablo!

Enric Adell dijo...

hola Pablo,
ya la había leído pero he aprovechado para darle un repaso.
Muy buen artículo.

Saludos des de Fútbol Mundial